Como toda gran urbe, La Paz engloba y absorbe a sus habitantes. Sin embargo, lo hace de una manera especial, excluyente: su extraordinaria geografía obliga a cada uno de aquellos que viven o visitan la ciudad a aceptar la obligada referencia entre arriba (allí donde el rompecabezas se extiende y bordea las montañas) siendo el Alto el punto más ídem, con 4100 m.s.n.m…. y abajo, hasta, digamos, Río Abajo con 3000 m.s.n.m. Ni hablar siquiera de su idiosincrasia, sus luchas, su fiesta del Gran Poder y su reciente y crecida marcha para defender su estatuto de Sede.
Es por eso que hoy quiero señalar dos escritos de la semana, bloguero el uno, más "literario" el otro, que describen un poco el aspecto general, nostalgioso y aquél otro sufrido y cotidiano de esa experiencia sumamente recomendable: vivir en La Paz.
El primero es de Manuel Monroy Chazarreta, nuestro Papirri, que desde Fondo Negro cuenta porqué extraña a su ciudad.
Y el segundo va de un tema más urbano, situación casi obligada en la vida de todo paceño, el autor de Cicatriz cuenta su perspectiva acerca del quinto pasajero.
Ya saben, para botón basta una muestra…